“Somos lo que hacemos día a día. De modo que
la excelencia no es un acto sino un hábito”. Aristóteles

Entiendo que en la antigüedad, no era raro que todo el contenido técnico de una escuela marcial fuera en verdad reducido, es decir que no pasara de una decena o veintena de técnicas; lo cual, para su momento eran muy prácticas y útiles para sus necesidades más apremiantes.

Por otro lado, llegamos a “ver” que algunas de estas escuelas antiguas, de repente presentan un enorme número de técnicas, pero esto en opinión de los expertos y estudiosos del tema, no es más que la codificación de las variantes de los métodos elementales, sobre las cuales se constituyeron las estrategias de combate de dicha escuela.

Esto fue más notorio a la hora en que tuvieron que entrar a la edad moderna, donde su aplicación para la guerra, ya desde el siglo XVI se veía menguada por la llegada de las armas de fuego a Japón, y cuando paulatinamente los privilegios de la clase guerrera fueron removidos en una sociedad tecnológica y culturalmente más avanzada.

Fue entonces a finales del siglo XVIII, cuando de alguna manera los miembros de esta casta, tuvieron que empezar a adaptarse y buscar maneras de sobrevivir, por lo cual muchos se transformaron en profesores de instituciones académicas, sacerdotes, médicos, empresarios y todo tipo de trabajadores, e incluso no faltaron quienes por otro lado, decidieron dedicarse a actividades delictivas.

Pero hubo quienes continuaron practicando sus tradiciones marciales y formalizaron sus propias escuelas u organizaciones, dejando atrás la exclusión y el secretismo, abrieron sus enseñanzas a todas las personas de la sociedad, y esto les permitió de alguna manera conservar su antiguo “estatus”, con una economía digna.

Pero esto, y no en todos los casos, si trajo consigo un problema, y fue a lo que a la vista del famoso Miyamoto Mushashi describió en un párrafo de su libro de los Cinco Anillos:

“…Cuando se enseña un excesivo número de movimientos de sable, se hace para comercializar este arte e impresionar a los principiantes…”

Esto fue escrito mucho antes de que siquiera, fuera testigo directo del mayor y pleno efecto que tendría la modernidad sobre las artes marciales japonesas.

Ahora en nuestra actualidad y entorno, se tiende a creer o pensar que una escuela de artes marciales, que tiene un gran número de técnicas para aprender es mucho mejor que una que tiene menos. Pero ¿Esto corresponde a la realidad? ¿Es una forma apropiada para juzgar a una escuela de artes marciales?

Personalmente creo que de ninguna manera, y como dice el maestro Radzikowski:

“Hay muchas artes marciales para disfrutar. Hay muchos buenos maestros con diferentes grados de conocimiento. Nadie lo sabe todo. Si tienen certificados o no, no importa. Cualquiera que sea el caso, siempre y cuando sean honestos, puede y debe disfrutar practicar con el maestro que usted elija y que además éste sepa respetarlo a usted.”

Concluyo, que hay quienes están demasiado preocupados por la cantidad y en contraste unos pocos, están honradamente interesados por la calidad, sin embargo, una idea de equilibrio entre cantidad y calidad, sería el justo “camino del medio”, del que hablan muchos legendarios maestros de las artes marciales japonesas.

Lo que nos queda como practicantes de estas artes, es conocernos cada vez más a nosotros mismos, superarnos mediante nuestro esfuerzo cotidiano de mantenernos en el camino, y si al cabo de unos años, hemos sido capaces de “quitarnos la tontería”, entonces habremos hecho Budo correctamente.

Sinceramente

Alejandro Estrada E.
Director Tatsujin Dojo Colombia